La relación entre los tucumanos y la ciudad de Mar del Plata (entre otras localidades de la Costa Atlántica), viene desde las primeras décadas del siglo XX. Una serie de crónicas enviadas desde la ciudad fundada por Patricio Peralta Ramos por nuestro enviado especial, don Alberto García Hamilton, detallaba con precisión el crecimiento de aquella urbe. A través de aquellas líneas puede apreciarse el mal junto a las rocas del Cabo Corrientes. O se puede recorrer la famosa avenida Colón en un viaje desde el centro de la ciudad hasta La Loma, que está coronada por la capilla de Stella Maris.
El puerto, que se encontraba en construcción, fue parte de otro de los recorridos que realizó el fundador de LA GACETA hasta llegar al famoso Faro del sur, que era un límite para el ejido de la ciudad. También describe la Explanada antecesora de la avenida Costanera, que coronaba las barrancas junto al mar. La Rambla era el lugar de mayor interés por su trascendencia social. Las fotos de los “bañistas” de entonces ya muestran la intensa atracción que generaba en los turistas de todo el país.
Las crónicas comenzaron a publicarse el 16 de enero de 1921 y se extendieron hasta febrero, bajo el título “Una serie de notas sobre Mar del Plata”.
En la primera entrega se hace un pequeño relato de la historia de la ciudad desde su fundación, el 14 de noviembre de 1873; y destaca que era una urbe maravillosa y moderna. En la descripción se puede apreciar el crecimiento que se venía produciendo en la metrópoli. Se la presenta “poblada de chalets suntuosos -palacetes, en cantidad; y palacios, en buen número-. (...) Recuerde que no han pasado cincuenta años desde su fundación". El periodista reconoce en su primer relato que conocía por referencias entusiastas de parientes y amigos, por las fotografías que circulan profusamente y por más de una cinta cinematográfica lo que era esta ciudad marítima. Pero no por eso “se ha sorprendido al conocerla con sus propios ojos, recorrerla de extremo a extremo, visitar uno por unos sus paseos y sus playas, apreciar las múltiples comodidades que ofrece a los bañistas en las numerosas construcciones que bordean la ribera y admirar sus soberbias avenidas, sus quintas opulentas, sus aireadas playas, sus calles asfaltadas y amplísimas, rodeadas de árboles frondosos, sus artísticas iglesias, sus hermosas escuelas y sus magníficos asilos”.
En sus relatos se pasea desde la avenida Colón, o Luro, hasta La Rambla con su Recova, el centro social y emblemático de la ciudad. “Es una obra que la puso en igualdad con otras urbes del mundo y pasa a destacar las famosas casillas para los bañistas que puede contratar por una paga mensual en la playa Bristol”, la más aristocrática de entonces.
En la séptima entrega se habla del Cabo Corrientes y de un peñón de la costa que bate el mar noche y día sobre el que se ha edificado un cómodo restaurante, en el que funcionan todas las mañanas sendos asadores, con apetitosos costillares “difundiendo en muchos metros a la redonda, el estimulante aroma del predilecto manjar criollo”. Además destaca las cómodas pasarelas que permiten caminar de piedra en piedra para aventurarse a la playa.
“Una de las características de esta gran vía, que de inmediato interesa al viajero, es la originalidad de los jardines construidos sobre el borde exterior de sus anchas veredas, en un espacio comprendido entre éstas y la calzada, cuya amplitud permite estos lujos y otros más, desde que existen cuarenta varas de luz (unos 33 metros y medio)”, descripción de la reconocida avenida Cristóbal Colón. La muestra muy diferente de la actual, flanqueada por veredas y algunos pocos árboles, además de grandes edificios, uno pegado al otro.
En cuanto a la vía que lleva el nombre del famoso navegante genovés, el cronista manifestaba: “encaminándose desde el centro de la ciudad se llega, en breve, al pie de la Loma, en cuyo punto culminante aparece la iglesia de Stella Marís”. Se trata de otra descripción que puede llamarle la atención el actual turista , porque desde la avenida hoy casi no se ve la capilla. En el artículo tampoco se menciona la famosa Torre Tanque, que aparecerá más de 20 años después, hacia 1943.
Los jardines, ya descritos, eran la antesala de grandes e imponentes casas. Las flores que desbordan las platabandas con profusión de vida primaveral y donde las flores abundan. ¿Para qué agregar que estos jardines “callejeros” son la prolongación de “villas” regias, cuyas puertas cerradas mientras bate el cierzo invernal, se abren en el estío, para albergar exclusivamente millonarios, ya que ellas, por si mismas valen millones?
El enviado de LA GACETA hace una defensa férrea de nuestros cerros y de las alturas del Aconquija cuando dice que la pampa será la región privilegiada del ganado gordo y de los cereales. Pero donde no existe una eminencia de terreno, un cerro, una cuchilla, una loma. Y agrega que “La Loma atrajo mi atención desde que pisé Mar del Plata. Permítame decir, entre paréntesis, que ‘la cabra tira al monte’. La visión desde La Loma “domina el paisaje en varias leguas a la redonda”. Y la nota pasa a describir: “a nuestro frente el mar, con la explanada que corre a su vera... Un poco más lejos el Cabo Corrientes. Más allá el puerto en construcción y detrás el Faro”.
Se guarda para el final una pequeña crítica al lamentarse que esta bellísima artería no vaya a morir sobre las olas, en una playa de abundante arena, como ocurría en otros balnearios del mundo. Pero esta idea se hizo realidad unos años después y los turistas del presente la podemos aprovechar para llegar hasta el mar en la famosa playa Varese.